Mucho se habla sobre la primavera con respecto a la temporada de apareamiento en los animales, y esto tiene varias explicaciones fisiológicas en los organismos, una de ellas es la cantidad de luz durante los días de primavera.
La luz solar activa y promueve la reproducción, la fertilidad, la viabilidad de los óvulos o de los cachorros; se desarrollan mayor cantidad de flores y frutos, y por ende existe más comida para las futuras crías. Se han realizado estudios científicos donde se evalúa la reproducción en los animales de laboratorio exponiéndolos a diferentes cantidades de luz solar y manteniendo como una constante el alimento que se ofrece, el lugar donde viven y todos los demás factores. El resultado es sorprendente, pues los animales que están expuestos a mayor cantidad de luz solar tienen mejor y mayor fertilidad con respecto a todos los demás. Esto es porque se estimula la glándula pituitaria, la que libera una hormona, que a su vez estimula el desarrollo de óvulos en la hembra y espermatozoides en el macho.
Así como la luz solar es importante en las plantas para innumerables mecanismos, como la absorción de dióxido de carbono y producción de oxígeno, la producción de clorofila, etc., en los animales la producción de hormonas está mediada por este efecto de luz. Un ejemplo de ello es que a las gallinas productoras de huevo para consumo se les aumenta la cantidad de luz durante el período invernal, y de esta manera no se reduce la producción de huevo.
Se podría concluir que los animales se reproducen en primavera debido a una especie de inteligencia natural de conservación, lo que le permite criar cuando hay más alimento a su alrededor. Al hacer coincidir el apareamiento con el cambio de estación estos mecanismos aseguran de que habrá más comida disponible para sus crías cuando nazcan.
¿Por qué los pájaros cantan más en primavera?
El inicio de la etapa reproductiva está marcado por profundos cambios fisiológicos que se piensa son disparados por algunos factores del ambiente. Esta sincronización asegura que cuando los pollos nazcan, los recursos alimenticios en el ambiente (insectos, semillas y frutos) sean los suficientes para garantizar su crecimiento.
Científicos de la Universidad de Oxford (Reino Unido) han identificado un gen en las aves que produce una molécula sensible a la luz en el hipotálamo, una región del cerebro vinculada a la regulación del hambre, el sueño y el deseo sexual. En primavera, esta molécula detecta que ha llegado el momento de buscar pareja y activa el sistema reproductivo de las aves. “Cuando escuchamos a los pájaros cantar en primavera, es porque una molécula sensible a la luz de su cerebro se ha activado”, aclara Russell Foster, coautor del trabajo.
La molécula identificada pertenece a una familia de fotopigmentos llamados opsinas, que detectan cambios en la luz ambiental, como los que se producen durante el amanecer y el anochecer. Los investigadores también han encontrado estas opsinas en anfibios, reptiles y otras aves, pero no en los mamíferos. No obstante, los mamíferos también son animales estacionales, incluido el ser humano. Concretamente, se ha demostrado los cambios de luz en las estaciones alteran la producción de melatonina. Por ejemplo, en las ovejas, cuando llega el otoño y se acortan los días, el aumento de la producción de melatonina estimula la reproducción, aumentando el número de espermatozoides en el semen de los machos a la vez que se incrementa la fertilidad de las hembras. Este mecanismo permite que los corderos nazcan coincidiendo con la llegada de la primavera.
Cualquiera que sea el factor que da inicio a la reproducción, las aves responden a él con cambios fisiológicos extremos. Las hormonas del cerebro, principalmente las provenientes del hipotálamo, estimulan a los diferentes órganos del cuerpo, especialmente los sexuales, los cuales entran en gran actividad. Los testículos de los machos aumentan de tamaño hasta diez veces más en relación con las etapas no reproductivas, y los folículos en los ovarios de las hembras empiezan a crecer hasta presentar la apariencia de un racimo de uvas. Las gónadas también empiezan a producir hormonas que a su vez estimulan el desarrollo de conductas muy particulares para atraer una pareja y comenzar la anidación.
EL PROBLEMA DE ENCONTRAR PAREJA
Para iniciar el rito de la reproducción, las aves recurren a una serie de señales dirigidas a encontrar su pareja y realizar la copulación. Las señales generalmente pueden ser muy complicadas, e incluyen cantos, posiciones, bailes, vuelos, ruidos producidos con objetos, las alas o la cola y, a veces, ofrecimiento de regalos. A esta serie de patrones de conducta que tienen por objeto reunir a los sexos, se le da el nombre de desplante (display), y a la actividad de atraer a la pareja, cortejo. Éste tiene características muy particulares en cada especie, lo que asegura que un individuo sólo reconocerá el patrón de cortejo de su misma especie, evitando así entrecruzamientos híbridos. En algunos casos, el cortejo puede ser muy sencillo, pues la hembra es atraída por el canto del macho hacia el territorio, se produce la copulación y la pareja inicia otras actividades como la construcción del nido y la puesta. Los patos y los zambullidores realizan su cortejo en el agua y nadan siguiendo patrones particulares o realizando carreras sobre el agua.
Sin embargo, en algunas aves los cortejos son muy complicados. Los ptilonorrincos o boyeros, aves australianas, construyen una estructura llamada boya (bower), que muchas veces tiene la forma de una pequeña casa (tanto que los primeros exploradores europeos pensaron que eran construidas por enanos o duendes), alrededor de la cual colocan objetos (papeles, pedazos de tela, corcholatas) de colores variados: azul una especie, rojo otra, blanco otra; inclusive una especie "pinta" las paredes de su boya con frutos, lo cual atrae a la hembra irremediablemente hacia la boya donde se realiza la cópula. Ofrecer regalos no es exclusivo de los boyeros, las grandes aves de presa, como algunas águilas, realizan el cortejo al vuelo, siendo la culminación del desplante regalarle a la hembra una presa mientras el macho vuela de espaldas. Los abejarucos de Europa y Asia regalan un insecto a la hembra dentro del nido, lo cual hace que ésta se disponga a copular, es la alimentación de cortejo.
Turquitos, colibríes y guacos realizan un tipo de cortejo muy particular que recibe el nombre genérico de lek. Se efectúa en un territorio pequeño llamado arena, en la cual se reúnen varios machos a realizar sus desplantes. Las hembras, por lo general, se mantienen alrededor de la arena observando a los machos realizar su ritual, apareándose con el que realizó el mejor acto. Uno de los resultados lógicos de este sistema es que existe un macho, llamado dominante, el cual se aparea con la mayoría de las hembras, por lo que machos menos experimentados se aparearán con pocas o ninguna. Los rituales del lek llegan a ser muy complejos; en algunas especies de turquitos los machos forman una fila y religiosamente esperan su turno para realizar su desplante, que consiste en vuelos acrobáticos produciendo sonidos con las alas. Lo anterior fue estudiado con gran detenimiento en Brasil por el investigador alemán Helmut Sick.
Una vez conseguida la o las parejas, la duración de las relaciones varía de acuerdo con las diferentes especies. Algunas sólo están juntas durante la copulación, siendo las hembras las encargadas de construir el nido, incubar los huevos y cuidar a los pollos, mientras que los machos posteriormente se aparean con otras hembras. Esto es frecuente en varios grupos de aves polígamas como los colibríes y los turquitos.
Los patos frecuentemente permanecen como pareja durante un corto tiempo, generalmente hasta que la hembra acaba de poner los huevos e inicia la incubación. Muchas de las especies monógamas y varias polígamas se mantienen juntas durante toda la etapa reproductiva, separándose una vez que los pollos han alcanzado la independencia. Sin embargo, existen aves que conservan su pareja durante toda la vida; lo hacen así las grandes aves de presa, los cisnes y los cuervos.
OTROS TIPOS DE CORTEJO
Cómo ya mencionamos anteriormente, el cortejo no es exclusivo de aves. Podemos encontrar interesantes rituales de cortejo por todo el reino animal. Un ejemplo de ello es el ritual de apareamiento del escorpión amarillo. Cuando Buthus occitanus los escorpiones amarillos van a aparearse se cogen de las pinzas y empiezan a bailar en círculo. Después de eso el macho deja una bolsa de esperma en el suelo y la hembra la recoge. Normalmente la hembra se come al macho después de aparearse.
Por último, cabe destacar cierto comportamiento reproductivo bastante peculiar dentro de la clase de los mamíferos, es el caso de la rata marsupial (Phascogale) y el ratón marsupial (Antechynus). El macho de ésta especie sólo vive para ver una temporada reproductiva, su extrema actividad sexual provoca el fallecimiento por estrés sexual. Durante la temporada reproductiva, los machos de ambos géneros entran en un frenesí sexual caracterizado por un aumento de testosterona, como en el resto de animales, pero llevado al extremo. Pero en éstos pequeños marsupiales, la testosterona permite un aumento en sangre de cortisol, que acaba teniendo una concentración 25 veces superior en machos que en hembras. El cortisol es “la hormona del estrés” y entre sus efectos se encuentra la inhibición del sistema inmune y la activación de la reacción inflamatoria.